
Resumen.
Las empresas que disfrutan de un éxito duradero tienen un propósito y unos valores fundamentales que permanecen fijos mientras sus estrategias y prácticas se adaptan sin cesar a un mundo cambiante. La rara habilidad de equilibrar la continuidad y el cambio (que requiere una disciplina practicada de forma consciente) está estrechamente relacionada con la capacidad de desarrollar una visión. Vision ofrece orientación sobre qué preservar y qué cambiar. Un nuevo marco prescriptivo añade claridad y rigor a los conceptos de visión vaga y difusa que existen hoy en día. El marco tiene dos partes principales: la ideología central y el futuro previsto. La ideología fundamental combina los valores fundamentales y el propósito principal de una organización. Es el pegamento que mantiene unida a una empresa a medida que crece y cambia. Los valores fundamentales son los principios esenciales y perdurables de una organización: los valores que defendería aunque se convirtieran en una desventaja competitiva; el propósito principal es la razón de ser fundamental de la organización. El segundo componente del marco de visión es el futuro previsto. En primer lugar, una empresa debe identificar objetivos ambiciosos y audaces; luego, debe articular descripciones vívidas de lo que significará alcanzarlos. Henry Ford se fijó el objetivo de democratizar el automóvil y luego le dijo al mundo: «Cuando acabe... todos tendrán uno. El caballo habrá desaparecido de nuestras carreteras», una exageración imaginativa para la época. Por desgracia, la declaración de visión habitual es confusa e inspira solo aburrimiento. Pero los directivos que dominan un proceso de descubrimiento para identificar la ideología central pueden vincular sus declaraciones de visión con la dinámica fundamental que motiva a las empresas verdaderamente visionarias, es decir, la dinámica de preservar el núcleo y estimular el progreso. No dejaremos de explorar/Y el final de toda nuestra exploración/Será llegar al lugar donde empezamos /Y conocer el lugar por primera vez.
—T.S. Eliot, Cuatro cuartetos